5/29/2009

Adicciones y Sociedad de Consumo. Luciano Palacios



El presente fragmento esta extraido de un escrito propio presentado en una jornada de trabajos escritos acerca de la tematica de adicciones, organizadas por la Red Asistencial de Buenos Aires (REDBA. www.redba.com.ar), y que en ese momento titulé "Introducción del concepto de Sujeto en la rehabilitación y prevención de las adicciones".

La idea es abrir una linea de debate en relación a los conceptos de "sociedad de consumo", "patologias del consumo" (anorexia, bulimia, adicciones) y "sociedad capitalista".

A continuacion un paragrafo del mencionado trabajo:



1.b.ii – Sociedad y consumo.

 

 

“La cuestión del deseo queda en primer plano, incluso, de las preocupaciones de los poderes. Quiero decir que es muy necesario que haya alguna manera social y colectiva de manejo con él. Esto no es más cómodo de un cierto lado de la cortina que del otro. Se trata, siempre, de moderar un cierto malestar, "el malestar en la cultura", como lo llamó Freud. No hay otro malestar en la cultura que el malestar del deseo”[1]. Lacan.

 

 

En la actualidad vivimos en una sociedad de carácter capitalista cuya evolución en esta ultimas cinco décadas se puede caracterizar como fundamentalmente de consumo. Con el creciente avance de los medios masivos de comunicación, el capitalista puede ahora extender el campo de la oferta, la publicidad aparece como herramienta principal de las estrategias de ventas promoviendo así un producto necesario para nuestra “felicidad”, o por lo menos para la “felicidad preponderantemente imaginaria”, la felicidad del hombre exitoso, la de la mujer bella; así, el cuerpo es erotizado, el ideal del yo universalizado. La oferta ya no es producto de la demanda, sino la primera deviene ahora como generadora de la segunda, el consumidor no solo demanda productos sino que demanda sentidos, identificaciones. Tal es el extremo en el cual nos encontramos que el producto toca al “ser” mismo del sujeto: “si queres ser, tenés que tomar SER”,  de esta manera una marca de productos “diet” se instaura como significante mismo del ideal a seguir, como un proyecto, como un deseo.

El deseo de “ser” es aprovechado por campañas publicitadas poniendo al alcance de la mano ese objeto (fácil de conseguir si se esta dispuesto a pagar por él) que vendría a funcionar como “tapón”, como solución, pero con una salvedad: es descartable, actualizable o defectuoso en la supuesta función que debía cumplir, así es como el deseo es frustrado una y otra vez aumentando el displacer del sujeto y el malestar de la cultura. El sujeto ya no consume productos: “...consume el consumo mismo bajo la forma de mito.”[2], es decir bajo una verdad que no cuestiona.

 

“Si hubiera que definir la estrategia fundamental de la publicidad podríamos decir que consiste en exacerbar el deseo, tanto en el sentido de incrementar su intensidad favoreciendo su insatisfacción como en cuanto a potencializar su carácter metonímico...”[3].

 

Un sujeto con un deseo exarcerbado e imposibilitado para darle curso es un enemigo potencial de su cultura, proclive a encontrar en el consumo de tóxicos un medio para sustraerse violentamente de ese juego cultural en el que las cartas estuvieron marcadas desde el principio. No es poco frecuente que la ingestión de droga en estos casos sirva también de ocasión a algunos de estos sujetos para imponer su deseo a los demás mediante la violencia aun al precio de su propia vida o la de otros[4].

 

De esta manera el sujeto cree que ese objeto que le falta y que posibilita ese plus de goce que anhela existe, es fabricado por la ciencia, puesto a disposición por el mercado y finalmente ofertado por la publicidad. “El toxicómano deviene entonces el paradigma de esta forma del lazo social [capitalista]: está tan conectado con su goce que su deseo sexual lo ha abandonado. Él logra lo que quiere la civilización: transformar el goce falico en fuerza de producción.”[5]. Si décimos que “su deseo sexual lo ha abandonado”, no estamos diciendo otra cosa que el sujeto adicto ha excluido de su ecuación al Otro como objeto de satisfacción, encerrándose en un goce de carácter autoerótico y omnipotente, de tipo narcisista.

 

Todo lo descrito hasta aquí en este apartado se refiere al concepto de “sociedad de consumo”, pero en este nivel macro-social también es importante destacar la labilidad de los lazos sociales en la actualidad, la falta de medidas protectoras de la misma y el predominio de lo imaginario por sobre lo simbólico.

 

 

El capitalismo "narco" acopla muy bien las dos vertientes mencionadas (el amor y la pulsión de muerte) en un discurso ideológicamente vacío sustentado únicamente en la fabricación y distribución de la droga (pensemos en el integrismo islámico o en la guerrilla colombiana). De allí que “lo más difícil en la civilización del supuesto hedonismo es tratar su relación con la adicción”. Si la adicción es el horizonte autista y mortífero del goce que se presenta como el polo opuesto al amor en el hacer con la nada, el circuito narco no solo empuja a la separación con el Otro (rotura de los lazos sociales) sino que contempla su inclusión : hay tratamientos posibles de la adicción.”

El panorama actual de un objeto de goce terrible que perturba el lazo al Otro ya fue anticipado por Lacan, quien previno que el acceso a este régimen de goce llevaría a la angustia de la civilización (la evidencia de la falta de la falta) o a un cansancio colectivo que hoy conocemos como “depresión generalizada[6]”.

Sin embargo, “el goce, lejos de ser una amenaza del lazo social, es el lazo social que nos queda” – decía Laurent. Hay figuras que lo demuestran: la pasión anal en la civilización es una; la pasión por “ver todo” es otra; la acumulación promovida por los nuevos aparatos (el i-pod o el BlackBerry) donde se puede “tener el mundo en la mano” en un concentrado de la voz superyoica.”[7].

 

Aunque la angustia es un sentimiento viejo como la humanidad, las ocasiones de la angustia se mueven según los discursos. Hay una estructura de la angustia, pero también hay un factor histórico, que no contradice de ninguna manera la estructura...Me refiero al que Lacan llama el discurso del capitalismo, y no cualquiera, no el del capitalismo inicial sino el del tiempo que todos llaman de la globalización. Para decirlo de manera sencilla: en la organización de los lazos entre los humanos, bajo el capitalismo, hay algo que deshace los lazos sociales. Freud hubiera dicho: “Algo que trabaja en contra del Eros”, algo que trabaja hacia la disociación.

–¿Cómo se manifiesta ese factor histórico?

–Se ve a todo nivel, y afecta también la estabilidad de las relaciones. Es un mundo que cambia y en el cual nadie está seguro de nada...En otras épocas había lazos más fuertes que encerraban a los sujetos; incluso se podían sentir un poco prisioneros en un encuadre fijo. Ahora, al contrario, es más bien el sentimiento de una falta de fundamento de los lazos...Este mundo que deshace los lazos sociales, que dispersa sujetos, que ataca las familias, que cambia los hilos generacionales, crea ocasiones siempre más importantes de angustia”. (Entrevista de pagina/12 a Collet Sóller)



[1] Lacan, Jaques  Clase 23. 3 de Junio de 1959 “. Seminario 6  “El deseo y su interpretación.”

[2] Carmona, Jaime Alberto “Toxicomanía y sociedad de consumo”.

[3] Ibid.

[4] Ibid.

[5] Karothy, Rolando “Principios para una conceptualizacion de las toxicomanías” en “Contexto en psicoanálisis. Nro 6: Las adicciones.”

[6] “¿Qué significa “depresión generalizada”?: significa que hay un deseo flotante. Un deseo dudoso, el sujeto no sabe dónde va, no sabe lo que quiere, eso es depresión anímica. El impulso vital no sabe donde dirigirse, dónde investirse. Pero cuando recibimos a estos sujetos vemos que, detrás de estas formaciones sintomáticas particulares de la época, encontramos el problema del ser hablante en general, el problema de su falta y de su goce insuficiente, y de su incompatibilidad...” Collet Sóller

[7] Aleman, Fátima “Un objeto que escaparía al Ideal” Síntesis de la conferencia que Eric Laurent dio el martes 27 de Marzo en el Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional.