4/17/2009

Aquel reflejo que llamamos realidad (Parte 1)

Aquel reflejo que llamamos realidad.


1- Lo simbólico.

Recuerdo aquellas primeras clases de Psicología II en donde los profesores intentaban con insistencia demostrar que entre, el objeto concreto (real si se quiere) y la imagen en nuestra mente de ese mismo objeto, se sitúa todo un proceso de elaboración, transformación y creación que los psicoanalistas lacanianos llaman el “orden simbólico”. Problema si los hay, que viene desde la filosofía presocrática hasta el psicoanálisis pasando por las ciencias cognitivas. También recuerdo que a modo de introducción empezamos a leer a Ferdinand de Saussure para situar en la lingüística estructural el problema acerca del signo, es decir, aquello que nombra a una cosa por un lado, y la inexistencia de palabra en esa misma cosa por el otro, colocando así en posición de actividad al sujeto que percibe y al objeto o cosa en posición pasiva. Dicho de otra forma, es el sujeto el que "nombra" y no "la cosa" quien tiene el "nombre", por lo tanto la existencia de esa cosa en nuestro ámbito humano-lingüístico depende de la capacidad de los sujetos, sociedad o grupo para nombrar, o mejor, para simbolizar. Ahora, este proceso continuo y silencioso es tan natural en nosotros que no nos percatamos de sus leyes de funcionamiento debido a que solo nos llega el producto: el signo, es decir la unión de la representación mental de la cosa y el significado “pegado” a ella. Cuando percibimos una tabla sobre cuatro patas, al mismo tiempo pensamos en “mesa”, es decir en la relación entre el significante proveniente de la forma física y el significado que acarrea esa “imagen”, más o menos, lo que el diccionario dice que “es” una mesa.

Es el consenso entre los integrantes de una sociedad lo que determina que a la imagen percibida X le otorguemos el sentido Y, pero a su vez, también es cuestión de consenso la relación entre ese signo es su conjunto y el objeto real Z, es decir, tenemos ahora tres cosas:

1) el objeto real (Z)

2) la imagen mental de ese objeto (X)

3) y el significado (Y)

y dos relaciones de arbitrariedad relativa o consenso lingüístico:

1) entre el objeto (Z) y el signo (X, Y)

2) y entre la imagen mental (X) y el significado (Y)

Estas dos relaciones y su arbitrariedad relativa (debido a que el consenso socio-histórico le da cierta estabilidad como código compartido) posibilitan que cada uno de nosotros produzca en su psiquismo una particular imagen mental y un particular sentido, como así una particular relación con el objeto. Desde ya que esta particularidad personal que difiere de persona a persona es enmarcada en un contexto compartido más amplio que llamamos lengua, es decir, el código compartido que permite establecer relaciones de comunicación.

Hagamos un paso más, podemos establecer la distinción entre diferentes lenguas como por ejemplo entre la inglesa, la española, la japonesa o la mapuche, es decir, son códigos o formas de nombrar, heterogéneos en tanto su ejecución como habla, pero homogéneos en su estructura: todas son lenguaje y esto posibilita la posibilidad de traducción. Pero ¿Cuál sería la imagen mental y el significado que un aborigen de la selva amazónica le otorgaría al objeto “mesa”? Sin duda, uno distinto al nuestro, tal vez tenga una representación mental bastante similar a la nuestra pero el significado relacionado a ella no será el mismo que tenemos nosotros (arbitrariedad entre significante y significado) como así tampoco usarían el mismo signo “mesa” para nombrar ese objeto (arbitrariedad entre el signo y la cosa).

Sigamos caminando, ¿Cómo es que internalizamos este código compartido para nombrar cosas? Sin duda alguna éste es el aspecto más complicado del asunto debido a que no hay mucho consenso entre los autores que se ocuparon del asunto. Detengámonos en las cuestiones compartidas: el lenguaje así como la lengua son de origen social, se adquieren a lo largo de nuestro proceso de aprendizaje y cambian según el paso del tiempo y en relación al contexto socio cultural, como así, según las necesidades lingüísticas de determinada sociedad en determinado momento de su historia. En este eje, las familias, las escuelas, las universidades son condiciones de posibilidad para unir signos a cosas. Dicho de otra forma, estas instituciones nos van instruyendo acerca de cómo nombrar cada cosa. Por supuesto que dentro de estas instituciones también situamos a los medios de comunicación lo que nos introduce en el punto nodal de este ensayo.

Cuando leemos en el noticiero Campo vs Gobierno ¿Qué entendemos? ¿de dónde vienen los significados que anudamos a estos significantes? En estos canales ¿el significante “campo” realmente representa al significado compartido que se expresa bastante bien en el diccionario?

Como vimos, hay una arbitrariedad entre la cosa y el signo, con lo cual “campo” puede querer decir muchas cosas, por lo tanto tenemos que introducir la dimensión del enunciador, es decir la posición del sujeto que habla y la función estratégica del lenguaje a la hora de comunicar. Si decimos que el sujeto que habla tiene una posición, por supuesto que el que escucha también, ahora ¿para que podamos establecer un significado compartido del significante “campo” no deberíamos estar en posiciones similares? Sin duda, el significante “campo” no quiere decir lo mismo para el peón, el dueño de estancia, el pequeño productor o la sociedad rural. Ojo, está bien que sea así porque es una propiedad inherente al lenguaje, de hecho no podría ser de otra manera pero el tema se complica cuando introducimos la dimensión estratégica o intencional del lenguaje, es decir, cuando decimos que lo queremos que el otro escuche. Anteriormente nombramos la importancia que tiene las instituciones a la hora de instruirnos en el universo de los signos y dentro de ellas situamos como provisto en la actualidad de gran importancia a los medios masivos de comunicación, en donde justamente el carácter de “masivo” parece ir bastante bien con el carácter de “consenso” o “código compartido” cuando hablamos del lenguaje. Entonces tenemos:

1) la propiedad de “masivo” en los medios de comunicación, es decir que llegan y producen efectos en gran parte de la una población.

2) la propiedad de “consenso o código compartido” como propiedad del lenguaje en una sociedad determinada.

Entonces, si atribuimos una intención a los medios a la hora de decir “campo” tenemos que otorgar un efecto como consecuencia en sus masivos destinatarios, es decir, nosotros. Los significados que nos vienen de la “tele” ni siquiera tienen la necesidad de corresponderse con la “cosa” debido a que su efectividad de otorgar sentidos está dada por dos cuestiones:

1) su carácter de masivo (relación con la propiedad de código compartido del lenguaje)

2) la capacidad de sustituir el “objeto real” por imágenes.

Dicho de otro modo: los medios de comunicación utilizan las dos relaciones de arbitrariedad como condiciones de posibilidad para “pegar” determinados significados a determinados significantes. De esta forma a veces podemos llegar a olvidar lo que quiere decir “campo” y entender por ello lo que los medios de comunicación nos imponen. A modo de ejemplo, si el “campo”, en tanto significado compartido realmente hubiera salido a las rutas durante “el conflicto” ¿porque solo vimos a unos pocos?, ¿acaso fuimos a las estancias de los pequeños productores a preguntarles si estaban de acuerdo con las retenciones o si ellas los afectaban y porque?, o en cambio ¿nos quedamos en casa mirando la tele y haciendo desde ahí un diagnostico? Paradójicamente, al mismo tiempo que en los medios se hablaba de “Campo vs. Gobierno” en las universidades, en los centros de investigación política (CIEPE) y otras instituciones intentaban acercarnos el objeto escondido detrás de la imagen de la tele, por supuesto, los medios son masivos pero el acceso a los “objetos reales” y a la educación no lo son.

¿Qué es lo que sabemos de las cosas? Sin duda, lo que las instituciones quieren que sepamos, desde el caballo blanco de San Martin en la escuela primaria hasta el noticiero del mediodía. El 90% de los argentinos hablamos de la inflación…, ahora ¿Cuánto sabemos a qué se debe, como se produce y qué consecuencias tiene? Lo que sabemos de la inflación es el porcentaje y que eso es malo, de hecho muy malo para nosotros como ciudadanos, eso es lo que se ve en los medios, ahora, en los medios ¿nos dicen acaso la relación entre las empresas multinacionales y la inflación? Claro que no, si los medios SON empresas, es decir, instituciones con intereses privados. Haaa, pero en la escuela nos enseñaron que la función del noticiero es informar acerca de la realidad, otra vez, la distancia entre el significado del noticiero y lo real del noticiero, claro que aunque lo real sea distinto a lo que debería ser o a lo que nos enseñan, aun así, nos quedamos con ese abrochamiento previo entre el significante “noticiero” y el significado “nos transmite la realidad”, con lo cual partimos de este consenso como si fuera un axioma y por ende tenemos la sensación de saber lo que pasa en el país, sin dudas, estamos bastante lejos de ello, de hecho peor aún, no solo que estamos lejos sino que estamos en una dirección previamente planificada, ¿o a caso la oferta no instaura la demanda?. Los medios nos dan el paquete completo y cerrado: una oferta que instaura una demanda y el objeto a comprar para satisfacer esa demanda, llamase “realidad” o “Zapato Ricky Zarkani”.

Ojo, no estoy diciendo que hay un real por ahí y que es posible conocerlo en su totalidad, no es así, siempre entre el individuo y “lo real” está el concepto, lo que estoy cuestionando es la función estratégica que tienen algunas instituciones en poner determinados conceptos y no otros entre ese “real” y el individuo, lo que estoy cuestionando es ¿por qué hay cierta manipulación estratégica de las dos relaciones de arbitrariedad que vimos más arriba?, y cuando digo estratégica estoy diciendo con determinados intereses… este es el punto a pensar, la posición del sujeto que habla, es decir desde donde habla y en representación de quien.

Como decía el antropólogo Levis Strauss…

“aun detrás de una maquina de fotografía hay un sujeto que encuadra”.

Preguntemos por el sujeto, no por la fotografia de lo que llamamos "realidad".


Nota1: El propósito de este ensayo no es ser exhaustivo en la teorizaciones inherentes al trabajo, sino introducir una línea de pensamiento distinto al común; es por ello que seguramente todo lector “empapado” en la temática no encontrará cierta rigurosidad teórica que ha de esperarse en estos temas. Nos reservamos dichas elucidaciones para otro blog destinado a la especificidad de la carrera de psicología.

Nota2: Si bien en este ensayo nos enfocamos en el signo, es indudable la importancia de las “imágenes” a la hora de construir lo que llamamos “realidad”, problema que intentaremos pensar en otro post (punto 2: “La imagen”).

Luciano Palacios